Por Andrès China
En la raíz de todas las artes
marciales originarias se encuentra un denominador común: la preocupación por el
perfeccionamiento de las virtudes del hombre.
Morihei Ueshiba, Fundador del
Aiki-Do, dejó escrito “El verdadero guerrero siempre cuenta con tres armas: la
radiante espada de la pacificación; el espejo de la valentía, la amistad y la
sabiduría; y la piedra preciosa de la iluminación”.
Lo que ahora la mayoría conocemos
como artes marciales es lo que nos ofrece Hollywood. Un conjunto de destrezas
sobre humanas y exhibiciones acrobáticas espectaculares con un despliegue de
fuerza y violencia extrema.
Sin embargo las artes marciales no
fueron creadas para eso. Todas las disciplinas marciales más bien se preocupan
por controlar el carácter, fomentar la madurez personal y agudizar el sentido
de la justicia por medio del entrenamiento disciplinado y constante.
Choi Hong Hi, Fundador del
Taekwon-do, dijo: “Desarrollando una mente honrada y un cuerpo fuerte,
adquiriremos la autoconfianza para estar siempre al lado de la justicia”. Gigoro Kano, Fundador del Ju-Do, también expresó:
“La idea de considerar a los demás como enemigos no puede ser más que una
locura y causa de regresión.”
Todos estos maestros enseñaban
que las artes marciales poco tienen que ver con la violencia. Y que es el reconocimiento,
por medio del entrenamiento, de nuestras propias debilidades y con ellas las de
los demás, para así comprender a nuestros semejantes, descubriendo que la violencia
proviene de nuestros propios miedos.
“Conocerse a sí mismo es
estudiarse a sí mismo en acción con otra persona”, expresó una vez Bruce
Lee, confirmando que la interacción
interpersonal que ofrecen las artes marciales pueden ser un camino para auto-reconocerse
y fortalecerse.
“Lucirse es una forma tonta de
obtener gloria”, opinó Lee en una oportunidad. Criticando la imagen violenta
que proyectan las artes marciales actualmente.
Una persona entrenado bajo
cualquier disciplina marcial cobra conciencia de su propia fortaleza, por ello
evita las peleas, sabiendo que no debe aprovecharse de sus habilidades. En su
interior conoce que la pelea ya está ganada y que una confrontación pudiera ser
la causa de lesiones graves y la manera segura de ganar un enemigo.
“Dominar al enemigo sin luchar,
esta sí es la más alta habilidad.” Gichin Funakoshi, Fundador del Karate-Do
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